No es la pregunta que me formulan más a menudo en los aeropuertos. Nadie duda de la presencia de la crisis ni nadie creía al Gobierno cuando afirmaba lo contrario hace pocas semanas. Los interrogantes sin despejar se refieren a las causas.
¿Es culpa de los americanos, que nos han arrastrado a este abismo con sus incesantes especulaciones financieras? ¿Ha sido nuestra propia burbuja inmobiliaria, promovida por políticas desenfrenadas en este campo? ¿O se trata, más bien, de que nos engañaban los economistas modernos al decirnos que se habían terminado los viejos ciclos de expansión y depresión de la demanda global?
Yo sugiero que –en lugar de recurrir a las teorías económicas que existen sobre las oscilaciones de la demanda– intentemos desentrañar lo que se nos viene encima sopesando, una a una, las pautas para vaticinar el futuro de Nassim Nicholas Taleb. Cuando este gran experto en las bolsas mundiales predijo una hecatombe, nadie lo tomó en serio: era tanto como decir que vendría un cisne negro cuando todos los cisnes son blancos. Ahora, nadie quiere hablar con Nassim porque todos creen saber lo que viene: un cisne negro. ¿Y si no fuera cierto?
Primera pauta. Por naturaleza tendemos al optimismo. Evolutivamente, esto nos ha permitido sobrevivir. El escepticismo, en cambio, exige esfuerzos y es costoso. Se puede actuar frívola o alocadamente en las cosas pequeñas. Ahora bien, cuando se trata de asuntos importantes –y una crisis económica mundial lo es–, en contra de lo que sería nuestra propia naturaleza optimista, vale la pena echar mano del escepticismo y prever planes de contingencia.
Segunda pauta. Asiste a todas las celebraciones que puedas y escucha a todo el mundo, en lugar de soltar tu propio discurso. Aprenderás mucho. No decidas, como mucha gente, en función de lo que crees, sino en función de lo que oyes o palpas. Muchas personas obcecadas arrojan por la borda los cinco sentidos corporales que debimos perfilar, paulatinamente, cuando nuestros antepasados mamíferos tuvieron que acostumbrarse a vivir de noche para protegerse de los depredadores. Desarrollaron, primordialmente, el olfato y el tacto. Los reptiles que los habían precedido tenían muy buena vista, pero nada parecido al olfato y tacto de sus sucesoras las ratas.
Tercera pauta. No es muy buena idea creer las predicciones de los que llevan corbata. Conviene reírse un poco de la gente que se toma en serio a sí misma y, sobre todo, sus conocimientos. Nadie en concreto tiene la solución y menos que nadie aquellos que están convencidos de saberlo todo. Sopórtalos con amabilidad y afecto, pero no los sigas ciegamente. Ni a los oráculos de las finanzas y de la política ni a los del mundo académico.
Cuarta pauta. No intentes modificar los sistemas complejos que han sobrevivido sin necesidad de tus ideas brillantes. Deja el planeta como está o como estaba. No lo contamines. No quieras cambiarlo de sitio. Los procesos automatizados como la respiración, la digestión o sudoración funcionan mucho mejor que los sistemas discriminatorios en los que la decisión está en manos de los jefes. Un hormiguero no necesita ningún mando intermedio para elegir el camino más corto.
Quinta pauta. Ésta es enteramente mía. Aléjate de los perdedores empedernidos. En el caso de la crisis económica en curso, las cuatro pautas anteriores apuntarían a ponerse del lado de los perdedores. ¿Y si no fuera cierto? ¿Por qué no aplicar la receta de Taleb a sus propias predicciones? De vez en cuando sale un cisne negro, aunque la mayoría sean blancos.
Por Eduardo Punset
¿Es culpa de los americanos, que nos han arrastrado a este abismo con sus incesantes especulaciones financieras? ¿Ha sido nuestra propia burbuja inmobiliaria, promovida por políticas desenfrenadas en este campo? ¿O se trata, más bien, de que nos engañaban los economistas modernos al decirnos que se habían terminado los viejos ciclos de expansión y depresión de la demanda global?
Yo sugiero que –en lugar de recurrir a las teorías económicas que existen sobre las oscilaciones de la demanda– intentemos desentrañar lo que se nos viene encima sopesando, una a una, las pautas para vaticinar el futuro de Nassim Nicholas Taleb. Cuando este gran experto en las bolsas mundiales predijo una hecatombe, nadie lo tomó en serio: era tanto como decir que vendría un cisne negro cuando todos los cisnes son blancos. Ahora, nadie quiere hablar con Nassim porque todos creen saber lo que viene: un cisne negro. ¿Y si no fuera cierto?
Primera pauta. Por naturaleza tendemos al optimismo. Evolutivamente, esto nos ha permitido sobrevivir. El escepticismo, en cambio, exige esfuerzos y es costoso. Se puede actuar frívola o alocadamente en las cosas pequeñas. Ahora bien, cuando se trata de asuntos importantes –y una crisis económica mundial lo es–, en contra de lo que sería nuestra propia naturaleza optimista, vale la pena echar mano del escepticismo y prever planes de contingencia.
Segunda pauta. Asiste a todas las celebraciones que puedas y escucha a todo el mundo, en lugar de soltar tu propio discurso. Aprenderás mucho. No decidas, como mucha gente, en función de lo que crees, sino en función de lo que oyes o palpas. Muchas personas obcecadas arrojan por la borda los cinco sentidos corporales que debimos perfilar, paulatinamente, cuando nuestros antepasados mamíferos tuvieron que acostumbrarse a vivir de noche para protegerse de los depredadores. Desarrollaron, primordialmente, el olfato y el tacto. Los reptiles que los habían precedido tenían muy buena vista, pero nada parecido al olfato y tacto de sus sucesoras las ratas.
Tercera pauta. No es muy buena idea creer las predicciones de los que llevan corbata. Conviene reírse un poco de la gente que se toma en serio a sí misma y, sobre todo, sus conocimientos. Nadie en concreto tiene la solución y menos que nadie aquellos que están convencidos de saberlo todo. Sopórtalos con amabilidad y afecto, pero no los sigas ciegamente. Ni a los oráculos de las finanzas y de la política ni a los del mundo académico.
Cuarta pauta. No intentes modificar los sistemas complejos que han sobrevivido sin necesidad de tus ideas brillantes. Deja el planeta como está o como estaba. No lo contamines. No quieras cambiarlo de sitio. Los procesos automatizados como la respiración, la digestión o sudoración funcionan mucho mejor que los sistemas discriminatorios en los que la decisión está en manos de los jefes. Un hormiguero no necesita ningún mando intermedio para elegir el camino más corto.
Quinta pauta. Ésta es enteramente mía. Aléjate de los perdedores empedernidos. En el caso de la crisis económica en curso, las cuatro pautas anteriores apuntarían a ponerse del lado de los perdedores. ¿Y si no fuera cierto? ¿Por qué no aplicar la receta de Taleb a sus propias predicciones? De vez en cuando sale un cisne negro, aunque la mayoría sean blancos.
Por Eduardo Punset