La hora de la ciencia

Ya era hora.

Puede que esfuerzos alternativos en el campo de la paz o la literatura o la concordia resulten igual de benéficos para la humanidad que la investigación científica, pero si alguien sabe de alguno que los supera, que de un paso al frente y me lo diga.

La cobertura mediática y la atención popular diferenciada en uno y otro caso me ha recordado mi última visita, estos días, al centro europeo de investigación de física de partículas, ubicado en Ginebra. Se trata de un esfuerzo que consume el equivalente del coste de una cerveza para cada europeo-, que ocupa a casi tres mil científicos y mantiene relacionados a unos diez mil.

El CERN tiene un valor emblemático porque representa el primer esfuerzo desinteresado de cooperación, a nivel mundial, para financiar la aplicación del método científico. Las tesis allí defendidas –incluso las más especulativas-, como el origen de la materia, de las previsibles y nuevas dimensiones además de las cuatro conocidas, hay que demostrarlas. Es la práctica de una manera de pensar que está sucediendo al pensamiento dogmático.

El pensamiento dogmático que ha prevalecido hasta ahora no requería ninguna demostración para su continuidad. A fines de la década de los sesenta me tocó asistir a un mitin del dictador haitiano François Duvalier, más conocido por Papa-Doc. Había medio millón de ciudadanos enfervorizados en la plaza. La espera de la aparición del dictador en el balcón del Palacio Presidencial se hacía insoportable bajo el calor tórrido y húmedo de Puerto Príncipe, la capital de Haití. Por fin apareció en solitario el dictador en el balcón presidencial. Levantó los brazos al cielo y dijo con toda la solemnidad inamigable:

“Je suis inmateriel”.

“Soy invisible”. La gente en la plaza rompió en gritos y aplausos, mientras Duvalier se retiraba de nuevo a sus aposentos privados. Nadie le pidió que lo demostrara. Que probara públicamente que era inmaterial. En nombre del pensamiento dogmático se han cometido aberraciones insondables.

El CERN, en cambio, es la antítesis de esta manera de actuar. Si se sugiere que los humanos y las estrellas están formados de materia, hay que demostrar cuando y como apareció la primera partícula de materia y antimateria y explicarnos luego porqué la Naturaleza se decantó a favor de la primera y en detrimento de la segunda. Ahora resulta que una gran parte de la materia que llena el universo es oscura y nadie la ha visto hasta ahora, pero miles de científicos que están seguros de que existe a raíz de sus cálculos, esperan demostrar su existencia.

En el mayor acelerador de partículas de todo el mundo participan Gobiernos de todas las ideologías y de las etnias más variadas; todos han aceptado poner en marcha el primer bastión mundial del método científico. Allí colaboran todos en la solución y, sobre todo, la demostración del origen y final previsible del universo. Es la antítesis del pensamiento dogmático. Todavía hay más, mucho más de este último que del primero. Un día será al revés.

Por Eduardo Punset