3. LA VETA EN LA PIEDRA
34. John Milton describió, y William Blake dibujó, la formación de la Tierra en un solo movimiento circular del compás de Dios. Acuarela por William Bkke de 1794, del frontispicio de Europa, una profecía.
En su mano
El tomó el Compás de oro, preparado
En la tienda Eterna de Dios, para circunscribir
Este Universo y todas las cosas creadas:
Una punta centró y giró la otra
Rodeando toda la vasta profundidad oscura,
Y dijo: «tan lejos lo extienda, tan lejos tus confines;
Sea ésta tu Circunferencia justa, Oh Mundo».
Milton, El paraíso perdido, libro VII
John Milton describió, y William Blake pintó, la formación de la Tierra en un solo movimiento circular del compás de Dios. Pero esta es una imagen demasiado estática de los procesos de la naturaleza. La Tierra ha existido durante más de cuatro mil millones de años. A lo largo de todo este tiempo, ha sido formada y cambiada por un doble efecto. Las fuerzas ocultas en el seno de la Tierra han pandeado sus estratos y elevado y desplazado masas de suelo. Y en la superficie, la erosión causada por la nieve, la lluvia y la tormenta, por el arroyo y el océano, por el sol y el viento, han labrado una arquitectura natural.
Asimismo, el hombre se ha convertido en arquitecto de su medio circundante, pero carece de dominio sobre fuerzas tan poderosas como las de la naturaleza. Su método ha consistido en seleccionar y probar: una aproximación intelectual en la que la acción depende de la comprensión. He venido a seguir huellas de su historia a través de las culturas del Nuevo Mundo, más jóvenes que las de Europa y Asia. Centré mi primer ensayo en el África ecuatorial, porque fue ahí donde el hombre comenzó, y mi segundo ensayo en el Cercano Oriente, porque allí se inició la civilización. Es ahora el momento de recordar que el hombre también alcanzó otros continentes en su largo caminar sobre la Tierra.
El cañón de Chelly en Arizona es un valle hermético y secreto que ha sido habitado casi ininterrumpidamente por una tribu indígena tras otra durante dos milenios, desde el nacimiento de Cristo; más que cualquier otro sitio de América del Norte. Sir Thomas Browne escribió esta vivida sentencia: «Los cazadores se han levantado en América, y han pasado ya de su primer sueño en Persia». En la época del nacimiento de Cristo, los cazadores se establecían como agricultores en el cañón de Chelly y recorrían el mismo camino en el ascenso del hombre antes andado por los pueblos de la zona fértil del Oriente Medio.
¿Por qué se inicia la civilización en el Nuevo Mundo mucho después que en el Viejo? Evidentemente porque el hombre arriba mucho tiempo después al Nuevo Mundo. Llegó antes de que se inventasen los barcos, lo cual implica que se desplazó a pie enjuto sobre el Estrecho de Bering cuando constituía un amplio puente de tierra durante la última Glaciación. Esta evidencia glaciológica apunta hacia dos posibles épocas en las cuales el hombre se trasladaría desde los promontorios del extremo oriental del Viejo Mundo, más allá de Siberia, hasta los desolados parajes de Alaska occidental en el Nuevo Mundo. El primer período sería entre los 28.000 y 23.000 a. de C, y el segundo entre 14.000 y 10.000 a. de C. Después, el deshielo de los glaciares elevaría el nivel del mar varios cientos de metros, dejando aislados, por tanto, a los habitantes del Nuevo Mundo.
Esto significa que el hombre llegó a América procedente de Asia no hace menos de diez mil años ni más de treinta mil. Y no llegó necesariamente en una sola oportunidad. Existe evidencia en hallazgos arqueológicos (como construcciones y herramientas primitivas) del arribo a América de dos corrientes culturales separadas. Y, lo más significativo para mí, es que existe una prueba biológica sutil pero convincente, que sólo puedo interpretar como indicadora de que el hombre llegó en dos migraciones pequeñas y sucesivas.
Las tribus indígenas de Norte y Sudamérica no contienen todos los grupos sanguíneos que se encuentran en poblaciones en otros lugares. Esto descubre 'una posibilidad de mirar a sus antepasados a través de esta inesperada rareza biológica. Pues los grupos sanguíneos se heredan de manera que, en toda una población, proporcionan un registro genético del pasado. La ausencia total del grupo sanguíneo A en una población implica, con virtual certidumbre, que sus ancestros tampoco lo poseían; y lo mismo ocurre con el grupo sanguíneo B. Y este es el estado real de las cosas de América. Las tribus de Centro y Sudamérica (en el Amazonas, por ejemplo, en los Andes y en Tierra del Fuego) pertenecen enteramente al grupo sanguíneo O; también algunas tribus de América del Norte. Otras (entre ellas la de los sioux, los chippewa y los indígenas de Pueblo) contienen el grupo sanguíneo O mezclado en un diez o quince por ciento con el grupo A.
35. El Cañón de Chelly en Arizona es un valle hermético y secreto. Fotografía de las ruinas de Pueblo, de T. H. O'Sullivan en 1873, llamada «La Casa Blanca».
Los seres humanos nos agrupamos en familias, las familias en conjuntos de parientes, los conjuntos de parientes en clanes, los clanes en tribus, las tribus en naciones. Y este sentido de jerarquía, de una pirámide en que una capa descansa sobre otra, rige todas las formas con que visualizamos la naturaleza. Las partículas fundamentales conforman el núcleo, los núcleos se unen en átomos, los átomos en moléculas, las moléculas en bases, las bases dirigen el montaje de los aminoácidos, los aminoácidos dan forma a las proteínas. Volvemos a encontrar en la naturaleza algo que parece corresponder profundamente a la forma en que incorporamos nuestras propias relaciones sociales.
El cañón de Chelly es una suerte de microcosmo de las culturas, y alcanzó su apogeo cuando los habitantes de Pueblo construyeron las grandes estructuras poco después del año 1000 d. de C. Estas representan no sólo una comprensión de la naturaleza del trabajo en piedra, sino de las relaciones humanas; pues los habitantes de Pueblo crearon aquí y en otros sitios una especie de ciudad en miniatura. Las viviendas en los riscos se encontraban a veces a lo largo de cinco o seis series de gradas o terraplenes y los techos de aquéllas descansaban sobre el terraplén inmediato. El frente era plano con el risco y la parte posterior se apoyaba en éste. Estos grandes complejos arquitectónicos están en ocasiones sobre terrenos planos de 10.000 a 15.000 m2, y constan de cuatrocientas habitaciones o más.
Las piedras conforman un muro, los muros una casa, las casas dan forma a las calles y éstas a una ciudad. Una ciudad está formada por piedras y por gente; mas no es sólo un acervo de piedras ni simplemente un conglomerado humano. En la transición de pueblo a ciudad, surge una nueva organización comunal basada en la división del trabajo y en eslabones de jerarquía. La manera de revivir esto es caminando por las calles de una ciudad desconocida, de una cultura que ha desaparecido.
Machu Picchu se encuentra en los altos Andes, en Sudamérica, a más de 2600 metros de altura. Fue construida por los incas durante el apogeo de su imperio, hacia el 1500 d. de C. o un poco antes (casi exactamente cuando Colón llegaba a las Indias Occidentales), cuando la planificación de una ciudad constituía su mayor proeza. Cuando las tropas españolas conquistaron y saquearon el Perú en 1532, no repararon por alguna razón en Machu Picchu ni en sus ciudades aledañas. Pasaría inadvertida los siguientes cuatro cientos años, hasta que un día de invierno en 1911, Hiram Bingham, joven arqueólogo de la Universidad de Yale, tropezó con ella. Para entonces llevaba siglos abandonada y estaba descarnada como un hueso. Pero en aquel esqueleto de una ciudad reside la estructura de toda civilización urbana en toda época, en cualquier parte del mundo.
37. Las calles de una ciudad, desconocida, de una cultura que ha desaparecido. Arriba: Ensambles de piedras sin mortero y bloques de granito con aspecto acojinado, característicos de la albañilería inca.
Abajo: Valle de Machu-Pícchu Umbamba, en los Andes orientales, Perú. .La cúspide de la montaña al fondo, Huayna Picchu alcanza los 4.500 metros.
Una ciudad debe vivir sobre una base, sus tierras de cultivo, y una rica y abundante agricultura; y la base evidente de la civilización inca fue el cultivo en terrazas. Por supuesto que hoy día no crece más que hierba en las peladas terrazas, pero hubo un tiempo en que aquí se cultivaba la patata (producto originario del Perú) y el maíz —desde hacía tiempo cultivado— que procedía en primer lugar del norte. Como esta era una ciudad ceremonial de alguna clase, no hay duda de que cuando el Inca la visitaba se cultivaban para él plantas tropicales propias del clima, como la coca, hierba intoxicante reservada para uso exclusivo de la aristocracia incaica y de la cual derivamos la cocaína.
Central a la cultura de terrazas es un sistema de riego. Es esto lo que los imperios preincaico e incaico realizaron; el riego se distribuye por las terrazas, a través de canales y acueductos, atravesando las grandes hondonadas, se introduce en el desierto hacia el Pacífico y lo hace florecer. Al igual que en la zona fértil de Jericó, donde lo más importante era el control del agua, la civilización inca del Perú estaba cifrada en el control del riego.
Un gran sistema de riego que se extienda a lo largo y a lo ancho de un imperio requiere de una férrea autoridad central. Así fue en Mesopotamia. Así en Egipto. Así en el imperio de los Incas. Y ello significa que esta ciudad y todas las de la zona descansaban sobre una base indivisible de comunicación, por medio de la cual la autoridad podía hacerse presente y ser escuchada en todas partes, dictando órdenes y recabando información desde un centro determinado. Tres inventos sostenían la red de autoridad: los caminos, los puentes (en un paraje tan feraz como este) y los mensajes. Llegaban hasta un centro aquí cuando el Inca aquí estaba, y de él partían hacia afuera. Estos son los tres eslabones mediante los cuales toda ciudad se enlaza con las demás y los cuales, para nuestra sorpresa, nos percatamos de que son diferentes en esta ciudad.
En un gran imperio, caminos, puentes, mensajes son siempre inventos avanzados, porque, de ser suprimidos, la autoridad se quebrantaría: en los tiempos modernos son el primer blanco típico en una revolución. Sabemos que el Inca los cuidaba mucho. Empero, en los caminos no había ruedas, no había arcos bajo los puentes, los mensajes no eran escritos. La cultura de los incas no había realizado tales inventos hacia el año 1500 d. de C. Esto se debe a que la civilización en América se inició con varios miles de años de retraso y fue conquistada antes de disponer de tiempo suficiente para realizar todos los inventos del Viejo Mundo.
Resulta muy extraño que una arquitectura que movió grandes piedras de construcción sobre rodillos no pudiese acertar con el uso de la rueda; olvidamos que lo radical con respecto de la rueda es el eje fijo. Parece peculiar el construir puentes de suspensión y no acertar con el arco. Aunque lo más extraño de todo es que una civilización que llevó un registro cuidadoso de información numérica, no lo pusiera por escrito. (El Inca era tan iletrado como el más pobre de sus ciudadanos, o tanto como el granuja español que lo derrocó.)
Los mensajes a modo de datos numéricos llegaban al Inca en trozos de cuerda llamados quipus. El quipu sólo registra números (con nudos arreglados como nuestro sistema decimal), y me gustaría afirmar como matemático, que los números son simbólicamente tan informativos y humanos como las palabras; mas no lo son. Las cifras que describían la vida de un hombre en el Perú se encontraban en una especie de tarjeta perforada al revés, una tarjeta computadora braille en forma de cuerda anudada. Cuando se casaba se movía la cuerda a otro lugar en el grupo familiar. Todo lo que era acumulado por los ejércitos, graneros y bodegas del Inca, era anotado en estos quipus. El hecho es que el Perú se había convertido ya en la pavorosa metrópoli del futuro, almacén de memoria en que un imperio registra los actos de cada ciudadano, le sostiene, le asigna sus trabajos y lo guarda todo impersonalmente en forma de cifras.
38. Los mensajes a modo de datos numéricos llegaron al Inca en forma de trozos de cuerda llamados quipus.
Era una estructura social notablemente circunscrita. Cada ciudadano tenía su lugar; cada uno tenía sus necesidades cubiertas; y cada uno —campesino, artesano o soldado— trabajaba para un solo hombre: el Inca supremo. Este era la cabeza civil del estado y también la encarnación religiosa de la divinidad. Los artesanos que con tanto primor grabaron en piedra la representación simbólica del enlace del Sol con su dios y monarca, el Inca, trabajaban para él.
De modo que, necesariamente, se trataba de un imperio extraordinariamente frágil. En menos de un siglo, a partir de 1438, los incas habían conquistado cinco mil kilómetros a lo largo de la costa, casi todo lo comprendido entre los Andes y el Pacífico. Sin embargo, en 1532, un aventurero español prácticamente iletrado, Francisco Pizarro, irrumpía en el Perú con solamente sesenta y dos espeluznantes caballos y ciento seis soldados de infantería; y de un día para otro conquistó el gran imperio. ¿Cómo? Cortando la cúspide de la pirámide: capturando al Inca. Y a partir de ese momento, el imperio se hundió y las ciudades, las bellas ciudades, quedaron al descubierto para los ladrones del oro y los buitres.
39. Los templos griegos fueron construidos en ángulos rectos, siempre en escuadra. Templo de Poseidón en Pesto, en el sur de Italia. Las dos hileras de columnas constituyen un sistema para aligerar la estructura.
Más, por supuesto, una ciudad es más que una autoridad central. ¿Qué es una ciudad? Una ciudad es gente. Una ciudad tiene vida. Es una comunidad cuya vida se cifra en la agricultura, tanto más rica que una aldea, que puede mantener el sostenimiento de toda clase de artesanos y hacer de éstos especialistas de por vida.
Los especialistas han desaparecido, su obra ha sido destruida. A los hombres que forjaron Machu Picchu —el herrero, el orfebre, el tejedor, el alfarero— les ha sido robado su trabajo. Las telas se han podrido, el bronce se ha averiado, el oro ha sido robado. Lo único que perdura es la labor de los albañiles, la bella labor artesanal de los hombres que edificaron la ciudad; pues los hombres que edifican una ciudad no son los Incas sino los artesanos. Aunque, naturalmente, si usted trabaja para el Inca (como para cualquier otro hombre), éste dirige según su gusto y usted no inventa nada. Estos hombres continuaron trabajando con la viga hasta el fin del imperio; nunca inventaron el arco. Esta es la medida del retraso entre el Nuevo Mundo y el Viejo, porque este es precisamente el punto en que se encontraban los griegos dos milenios antes y en que, igualmente, se detuvieron.
Pesto (Paestum), en el sur de Italia, fue una colonia griega cuyos templos son más antiguos que el Partenón: datan de cerca del año 500 a. de C. Su río se ha sedimentado y se encuentra actualmente separado del mar por compactos bancos de sal. Pero su gloria espectacular subsiste todavía. Pese a que fue saqueada por piratas sarracenos en el siglo noveno, y por los cruzados en el undécimo, Pesto en ruinas es una de las maravillas de la arquitectura griega.
Pesto es contemporánea del inicio de la matemática griega; Pitágoras enseñó en el exilio en otra colonia griega, Crotona, no lejos de aquí. Al igual que la matemática del Perú dos mil años después, los templos griegos fueron construidos en ángulos rectos, siempre en escuadra. Los griegos tampoco inventaron el arco, y, en consecuencia, sus templos son avenidas apiñadas de columnas. Parecen despejados ahora que los vemos como ruinas, pero en realidad son monumentos sin espacios. Esto se debe a que tenían que unir los espacios por medio de vigas, y el tramo que puede ser sostenido por una viga plana está limitado por la fuerza de ésta.
Si analizamos la tensión en una computadora, podremos ver que la tensión sobre la viga se incrementa cuanto más separamos las columnas. Cuanto más larga es la viga, mayor es la compresión que produce su peso en la cima y mayor la tensión que produce1 en la base. Y la piedra bajo tensión es débil; las columnas no se desplomarán porque se encuentran comprimidas, pero las» vigas fallarán cuando la tensión se torne demasiado intensa. Y fallarán en la base, a no ser que las columnas estén muy próximas entre sí.
Los griegos podían ser ingeniosos aligerando la estructura con el uso, por ejemplo, de dos hileras de columnas. Pero tales artificios fueron solamente provisionales; básicamente no podían ser superadas sin un nuevo invento. La piedra, como la geometría, fascinaba a los griegos; resulta un enigma el que no concibieran el arco. Pero el hecho es que el arco es un invento ingenieril y es, correspondientemente, el descubrimiento de una cultura más práctica y plebeya que la de Grecia o la del Perú.
40 Las limitaciones físicas de la piedra no podían ser superadas sin un nuevo invento. Modelos fotoelásticos presentan lineas de igual peso en vigas, columnas y en un arco. La tensión aumenta marcadamente en la parte inferior de la viga. El arco redondo distribuye el peso o fuerza más uniformemente.
El acueducto de Scgovia en España fue construido por los romanos hacia el año 100 d. de C, durante el reinado del emperador Trajano. Transporta las aguas del río Frío, desde la sierra alta que dista quince kilómetros. El acueducto cruza el valle a lo largo de casi un kilómetro y consta de más de cien arcos semicirculares sostenidos por una doble hilera de columnas, hechos de bloques de granito apilados sin cal o cemento. Sus proporciones colosales atemorizaban tanto a españoles y moros de épocas posteriores y más suspersticiosas, que le denominaron El puente del diablo.
La estructura nos parece prodigiosa y espléndida, fuera de proporción en su función de transportar agua. Pero ello se debe a que nosotros obtenemos agua al accionar un grifo, olvidando levemente los problemas universales de la civilización citadina. Toda cultura avanzada que concentra a sus hombres más hábiles en las ciudades depende de la clase de invento y organización que denota el acueducto romano de Segovia.
Los romanos no inventaron el arco de piedra desde un principio, sino como una construcción moldeada a base de una especie de concreto. El arco es, estructuralmente, un método de atravesar un espacio en donde el peso no sea mayor en el centro que en los costados; el peso se distribuye uniformemente a todo lo largo. Por esta razón, el arco se puede elaborar en partes: con bloques de piedra separados a los que el peso comprime. En este sentido, el arco representa el triunfo del método intelectual que divide la naturaleza en piezas y las reúne en combinaciones nuevas y más poderosas.
Los romanos siempre dieron al arco forma semicircular; poseían una forma matemática que funcionaba bien y no se inclinaban por la experimentación. El círculo se mantuvo como fundamento del arco incluso cuando pasó a producirse en forma masiva en los países árabes. Esto es manifiesto en la arquitectura religiosa y enclaustrada que empleaban los moros; por ejemplo, en la gran mezquita de Córdoba, también en España, construida en 785 d. deC, después de la conquista árabe. Se trata de una estructura más espaciosa que la del templo griego de Pesto, aunque es evidente que pasó por dificultades semejantes; es decir, una vez más, está recargada de albañilería de la que únicamente podría librarse mediante un nuevo invento.
41. El arco es el descubrimiento de una cultura práctica y plebeya. «El puente del diablo». Acueducto de Segovia.
42. El círculo se mantuvo como fundamento del arco aun cuando pasó a producirse en forma masiva en los países árabes. La gran mezquita de Córdoba.
43. Las catedrales fueron construidas por común acuerdo entre los habitantes de las ciudades y edificadas para ellos por albañiles comunes. Nave lateral de la catedral de Reims.
Los descubrimientos teóricos que acarean consecuencias radicales se hacen patentes, en general, de manera sorprendente y original a la vez. Mas los descubrimientos prácticos, pese a que resulten ser de mayor alcance, tienen con frecuencia una apariencia más modesta y menos trascendental. Con el fin de romper las limitaciones del arco romano, hizo su aparición una innovación estructural proveniente posiblemente de fuera de Europa, y que arribó al principio casi a hurtadillas. El invento consiste en una nueva forma de arco basada no en el círculo, sino en el óvalo. Esto no parece ser un gran cambio; no obstante, su efecto en la articulación de los edificios es espectacular. Naturalmente, un arco en punta es más alto y, por tanto, proporciona más luz y espacio. Pero, mucho más importante, la presión que ejerce el arco gótico hace posible el sostenimiento del espacio de una manera nueva, como en Reims. Se quita peso de los muros, lo cual hace posible instalar vitrales, y el efecto total consiste en que el edificio cuelga, como una jaula, de un techo arqueado. El interior del edificio es despejado, porque el esqueleto está en el exterior.
John Ruskin describe admirablemente el efecto del arco gótico.
Los edificios egipcios y griegos se mantienen, fundamentalmente, por su propio peso y masa, reposando pasivamente una piedra sobre otra; pero en las cúpulas y tracerías góticas se aprecia una solidez análoga a la de los huesos de un miembro o las fibras de un árbol; una tensión elástica y una comunicación de fuerza de una a otra parte, así como una expresión estudiosa de esto a través de cada línea visible del edificio.
De todos los monumentos a la humana impudencia, no hay ninguno que iguale a estas torres de tracería y vidrio, surgidas a la luz en el norte de Europa antes del año 1200. La construcción de estos enormes, desafiantes mostruos constituye un logro imponente de la previsión humana o mejor aún debería decir —ya que su edificación fue anterior a cualquier conocimiento matemático relacionado con la computación de fuerzas— de la penetración humana. Desde luego que esto no ocurrió sin errores y algunos fracasos considerables. Pero lo que debe asombrar más a los matemáticos con respecto a las catedrales góticas, es lo sólida que era tal penetración, lo sutil y racionalmente que progresó desde la experiencia de una estructura a la siguiente.
Las catedrales fueron construidas por común acuerdo entre los habitantes de las ciudades y edificadas para ellos por albañiles comunes. Están prácticamente al margen de la arquitectura práctica corriente en aquella época y, sin embargo, la improvisación en ellas se torna en constante inventiva. En el sentido mecánico, el diseño cambió el arco romano semicircular por el puntiagudo arco gótico, de tal manera que la tensión pasa por el arco hacia la parte exterior del edificio. Y así, también en el siglo doce, se dio la conversión repentina y revolucionaria de éste en el medio arco: el contrafuerte volante. La tensión corre por éste al igual que por mi brazo cuando levanto la mano y empujo contra el edificio tal como si lo estuviese sosteniendo: no hay albañilería donde no hay tensión. No se añadió ningún principio arquitectónico básico a ese realismo hasta la invención de los edificios de acero y concreto.
Uno tiene la sensación de que los hombres que concibieron estas grandes edificaciones estaban obsesionados con su reciente descubrimiento, mediante el cual controlaban la fuerza de la piedra. ¿De qué otra forma podría explicarse el que se propusieran construir bóvedas de cuarenta y cincuenta metros en una época en que no sabían calcular la tensión? Así, pues, la bóveda de cincuenta metros de altura, en Beauvais, a menos de ciento cincuenta kilómetros de Reims, se vino abajo. Tarde o temprano, los constructores habían de afrontar algún desastre: existe una limitación física al tamaño, aun en las catedrales. Y cuando la cúpula de Beauvais se desplomó en 1284, algunos años después de su terminación, la gran aventura gótica había de moderarse: nunca más se volvería a intentar una estructura tan alta como ésta. (Sin embargo, el diseño empírico puede haber sido apropiado; es probable que el suelo de Beauvais simplemente no fuera lo suficientemente sólido como para resistir la edificación.) Sin embargo, la cúpula de 40 metros de Reims se sostuvo. Y de 1250 en adelante, Reims se convirtió en un centro artístico de Europa.
El arco, el contrafuerte, el domo o la cúpula (el cual es una suerte de arco en rotación) no constituyen las últimas etapas en la conversión de las tendencias de la naturaleza a nuestros usos. Pero lo que está más allá deberá tener unas tendencias más suaves: tendremos que mirar ahora las limitaciones propias del material. Es como si la arquitectura cambiase su enfoque al mismo tiempo que la física, al nivel microscópico de la materia. En efecto, el problema moderno no es ya el de diseñar una estructura a partir de los materiales, sino el de diseñar los materiales para una estructura.
44. Los albañiles llevaban consigo un equipo de herramientas livianas. La vertical se fijaba con una plomada; y la horizontal se fijaba, no con el nivel de burbuja, sino con una plomada unida a un ángulo recto.
Albañiles trabajando, siglo XIII.
45. El peso se quita de los muros, y el edificio cuelga, como una jaula de un techo arqueado. Contrafuertes volantes, catedral de Reims.
Los albañiles llevaban en mente un cúmulo, no tanto de normas cuanto de ideas, que crecía con la experiencia entre una y otra obra. Llevaban también consigo un equipo de herramientas livianas. Por medio de compases diseñaban la forma oval de las bóvedas y los círculos de los rosetones. Marcaban las intersecciones con calibradores para alinearlas y encajarlas en patrones repetibles. Las líneas verticales y horizontales se relacionaban mediante la escuadra en T, ya empleada por los matemáticos griegos, utilizando el ángulo recto (ver pág. 157). Es decir, la vertical se fijaba con una plomada; y la horizontal se fijaba no con el nivel de burbuja, sino con una plomada unida a un ángulo recto.
Los constructores ambulantes formaban una aristocracia intelectual (como la que formarían los relojeros quinientos años después) y podían recorrer toda Europa, seguros de ser bien recibidos y de obtener trabajo; se autonombraban francmasones ya en el siglo catorce. La habilidad que portaban en sus manos y en sus mentes parecía a los demás tanto un misterio como una tradición, un fondo secreto de conocimientos que se mantendría al margen del rígido formalismo universitario de la época. Cuando el trabajo de los masones empezó a agotarse, durante el siglo diecisiete, decidieron admitir miembros honorarios, quienes solían creer que su arte se remontaba a las pirámides. Esta no era en realidad una leyenda halagüeña, ya que las pirámides fueron construidas mediante una geometría mucho más primitiva que la empleada en las catedrales.
No obstante, existe en la visión geométrica algo que es universal. Permítaseme explicar mi preocupación por estas bellas obras arquitectónicas, tales como la catedral de Reims. ¿Qué relación guarda la arquitectura con la ciencia? Y, particularmente, ¿qué relación guarda con la ciencia en la interpretación que de ésta se tenía a principios del siglo veinte, cuando la ciencia era sólo cifras: el coeficiente de expansión de este metal, la frecuencia de aquel oscilador?
46. La cúpula es una suerte de arco en rotación. Diseño de Pier Luigi Ner-vi para el Palacio de los Deportes, Roma.
El meollo del asunto estriba en que nuestro concepto actual de ciencia, a fines del siglo veinte, ha cambiado radicalmente. Hoy en día concebimos la ciencia como una descripción y explicación de las estructuras subyacentes de la naturaleza; y palabras como estructura, diseño, plano, disposición, arquitectura aparecen constantemente cada vez que tratamos de hacer una descripción. Yo he vivido con esto, por casualidad, a lo largo de mi existencia, lo cual me produce un placer especial: el tipo de matemática que he realizado desde mi infancia es geométrico. Sin embargo, no se trata ya de una cuestión de gusto personal o profesional, puesto que hoy por hoy constituye el lenguaje cotidiano
de la explicación científica. Hablamos de cómo se unen los cristales, de cómo los átomos están formados por sus componentes y, sobre todo, de cómo las moléculas vivas están constituidas de sus partes. La estructura espiral del DNA se ha convertido en la imagen más vivida de la ciencia en los últimos años. Y esa imagen vive en estos arcos. ¿Qué hizo la gente que intervino en esta y otras construcciones ? Tomaron un montón de piedras inertes, que no constituyen una catedral, y le dieron la forma de ésta, explotando las fuerzas naturales de la gravedad, la propia naturaleza de la disposición de las capas de suelos, la brillante invención del contrafuerte volante y del arco, y así sucesivamente. Y crearon una estructura que surgió del análisis de la naturaleza, originando esta magnífica síntesis. El tipo de hombre que se interesa hoy por la arquitectura de la naturaleza constituye el equivalente de aquél que creó tal arquitectura hace casi ochocientos años. Entre otros dones que hacen único al hombre entre los animales, se destaca el que aquí podemos detectar por doquiera: el gran placer que experimenta al ejercitar y avanzar sus propias habilidades.
Un adagio popular en filosofía reza que la ciencia es análisis puro o reduccionismo, algo parecido a fragmentar el arco iris; y que el arte es síntesis pura, como el volver a unir los fragmentos del arco iris. Esto no es verdad. La imaginación parte del análisis de la naturaleza. Miguel Ángel afirmó esto vividamente, implícitamente, mediante su obra escultórica (notándose especialmente en las esculturas que dejó sin terminar) y que también expresó explícitamente en sus sonetos sobre el acto creativo.
Cuando aquello que es divino en nosotros intenta dar forma a un rostro, cerebro y mano se unen para dar, partiendo de mero modelo frágil y leve, vida a la piedra por la energía libre del Arte.
«Cerebro y mano se unen»: el material se impone a través de la mano, prefigurando la forma de la obra para el cerebro. Al igual que el albañil, el escultor persigue la forma dentro de la naturaleza, y para él ésta ya se encuentra ahí. Este principio es constante.
Los mejores artistas no intentan mostrar
lo que la dura roca en su cubierta no encierra:
romper el hechizo del mármol
es todo lo que la mano, sierva del cerebro, puede hacer.
47. "Romper el hechizo del mármol es todo lo que la mano, sierva del crebro, puede hacer." Cabeza de Bruto realizador Miguel Ángel, Museo de Bargello, Florencia.
En la época en que Miguel Ángel esculpía la cabeza de Bruto, otros hombres se encargaban de extraer el mármol para él. Pero Miguel Ángel se había iniciado como cantero en Carrara, y aún sentía que el martillo en manos de ellos y en las suyas golpeaba la roca para extraer de ésta una forma que ya se encontraba allí.
Los canteros trabajan ahora en Carrara para los escultores modernos que vienen a este sitio: Marino Marini, Jacques Lipchitz y Henry Moore. Sus descripciones de la propia obra no son tan poéticas como la de Miguel Ángel, pero contienen el mismo sentir. Las reflexiones de Henry Moore son particularmente significativas en tanto se refieren al primer genio de Carrara.
Para empezar, como joven escultor, yo no podía comprar piedra cara, y conseguía la mía buscando en canteras, hasta que encontraba alguna que denominaban «inútil». Entonces tenía que pensar, en la misma forma en que debió haberlo hecho Miguel Ángel, de modo que debía esperar hasta que me viniera alguna idea que se ajustara a la forma de la piedra, es decir, una idea que se percibía en aquel bloque.
Por supuesto que no puede ser literalmente cierto que lo que el escultor imagina y esculpe ya se encuentra ahí, oculto en el bloque. Y, sin embargo, la metáfora es veraz en cuanto a la relación de descubrimiento que existe entre el hombre y la naturaleza; y es significativo que los filósofos de la ciencia (Leibniz en particular) hayan recurrido a la misma metáfora de la mente estimulada por una veta en el mármol. En cierto sentido, todo lo que descubrimos ya se encuentra ahí: tanto una figura esculpida como la ley de la naturaleza se hallan concentradas en el material bruto. Mientras que en otro sentido, lo que el hombre descubre es descubierto por él; no adquiriría exactamente la misma forma en manos de otro: ni la figura escultórica ni la ley de la naturaleza resultarían en copias idénticas al ser producidas por dos mentes distintas en dos épocas diferentes. El descubrimiento consiste en una relación aparejada de análisis y de síntesis. Como análisis, busca lo que está presente; mas como síntesis vuelve a unir las partes en una forma mediante la cual la mente creadora trasciende los límites desnudos, el esqueleto descarnado, que proporciona la naturaleza.
La escultura es un arte sensual. (Los esquimales elaboran estatuillas con la idea no de verlas sino de palparlas.) De modo que podría parecer extraño que yo elija como modelo de la ciencia, concebida generalmente como una empresa abstracta y fría, las cálidas acciones físicas de la escultura y de la arquitectura. No obstante, esto es válido. Debemos entender que el mundo sólo puede ser comprendido mediante la acción y no a través de la contemplación. La mano es más importante que el ojo. No pertenecemos a aquellas civilizaciones resignadas y contemplativas del Lejano Oriente o de la Edad Media, que creían que el mundo sólo debía ser contemplado y meditado, distantes del concepto de ciencia que nosotros profesamos. Somos activos; y sabemos con certeza (ver pág. 417), como algo más que un accidente simbólico en la evolución del hombre, que es la mano la encargada de conducir la evolución subsecuente del cerebro. Hallamos en la actualidad herramientas hechas por el hombre antes de convertirse en tal. En 1778, Benjamín Franklin denominó al hombre «animal hacedor de herramientas», y esto es verdad.
He descrito la mano cuando utiliza una herramienta como instrumento de descubrimiento; ese es el tema de este ensayo. Esto lo vemos cada vez que un niño aprende a acoplar su mano con un instrumento: atar los cordones de sus zapatos, enhebrar una aguja, volar una cometa, soplar un silbato. A la acción práctica se incorpora otra, que consiste en encontrar placer derivado de la misma acción; en la habilidad que uno perfecciona cada vez más como consecuencia del placer experimentado. Esto, en el fondo, es responsable de toda obra de arte, y también de la ciencia: nuestro deleite poético en lo que hacemos como seres humanos porque podemos hacerlo. El aspecto más estimulante de todo esto es que el uso poético termina dando resultados profundos. Incluso en la prehistoria, el hombre ya elaboraba herramientas más afiladas de lo necesario. El filo más fino habría de proporcionar un uso más fino de la herramienta, un refinamiento práctico y una extensión hacia procesos para los cuales la herramienta no había sido diseñada.
Henry Moore llamó a esta escultura «El filo del cuchillo». La mano es el filo de la mente. La civilización no es una colección de artefactos terminados, es la elaboración de procesos. Al final, la marcha del hombre es el refinamiento de la mano en acción.
El estímulo más poderoso en el ascenso del hombre es el placer que le proporciona su propia habilidad. Disfruta con hacer lo que puede hacer bien y, al haberlo hecho bien, disfruta haciéndolo mejor. Esto lo vemos en la ciencia. Esto lo apreciamos en la magnificencia con la que esculpe y construye, el cuidado escrupuloso, el entusiasmo, el desafío. Se supone que los monumentos están destinados a evocar reyes y religiones, héroes, dogmas; pero, a fin de cuentas, al hombre a quien conmemoran es al constructor.
48. La mano es el filo de la mente. Escultura, Henry Moore, 1962, "El filo del cuchillo en dos piezas".
Así, pues, la arquitectura de los templos de todas las civilizaciones proclama la identificación del individuo con la especie humana. Llamarla culto a los antepasados, como ocurre en China, es demasiado limitado. El hecho es que el monumento habla por el hombre muerto al hombre vivo, estableciendo, por tanto, un sentido de permanencia que es un enfoque típicamente humano: el concepto de que la vida humana forma una continuidad que trasciende y fluye a través del individuo. El hombre sepultado sobre su caballo o venerado en su barco en Sutton Hoo, se convierte, en los monumentos de piedra de épocas posteriores, en un vocero de la creencia de que existe la entidad del género humano, del cual cada uno de nosotros constituye un representante en la vida y en la muerte.
No podría terminar este ensayo sin dedicar una ojeada a mis monumentos favoritos, construidos por un hombre que no contaba con más equipo científico que el de un albañil gótico. Son las Torres de Watts, en Los Angeles, construidas por un italiano llamado Simón Rodia. Procedente de Italia, arribó a los Estados Unidos a la edad de doce años. Luego, a la edad de cuarenta y dos, habiendo trabajado instalando azulejos y haciendo toda clase de reparaciones, decidió construir en el jardín de su casa estas enormes estructuras, realizadas con alambre de gallinero, traviesas de ferrocarril, varillas de acero, cemento, conchas, fragmentos de vidrio, y, por supuesto, de azulejos; empleaba todo lo que encontraba o que le era traído por los niños del vecindario. Le costó treinta y tres años construirlas. Nunca tuyo quien le ayudara porque, afirmaba, «la mayor parte del tiempo yo mismo no sabía lo que iba a hacer». Terminó la obra en 1954; tenía entonces setenta y cinco años. Hizo entrega de la casa, del jardín y de las torres a un vecino y, sencillamente, se marchó.
49. Monumentos construidos por un hombre que no contaba con más equipo científico que el de un albañil gótico. Las Torres de Watts, Los Angeles. Detalle de un mosaico con relieves de herramientas. Y una vista parcial de las torres.
«Tenía en mente realizar algo grande», había dicho Simón Rodia, «y lo hice. Tienes que ser realmente muy bueno o muy malo para ser recordado». Había desarrollado su habilidad ingenieril en la práctica, trabajando y disfrutando en hacerlo. Por supuesto, el Departamento de Construcciones de la Ciudad determinó que las torres eran poco seguras y fueron sometidas a prueba en 1959. Esta es la torre que intentaron derribar. Y me alegra decir que fracasaron. Es así que las Torres de Watts, labor manual de Simón Rodia, han sobrevivido; un monumento del siglo veinte que nos remite a la habilidad simple, feliz, fundamental, de la cual medra todo nuestro conocimiento de las leyes de la mecánica.
La herramienta que alarga la mano del hombre es también un instrumento de visión. Revela la estructura de las cosas y hace posible el volver a unirlas en combinaciones nuevas y llenas de imaginación. Más, evidentemente, lo visible no constituye la única estructura del mundo. Debajo de esta, existe otra estructura más sutil. Y el siguiente paso en el ascenso del hombre será el de descubrir la herramienta que pueda abrir la estructura invisible de la materia.